Desde luego mi historia realmente no tiene desperdicio. Ejem, ejem...
Perdonad
que me presente, mi nombre es Mary y soy
la mamá de Carlota.
Soy
economista y vivo en Inglaterra en una pequeña isla llamada Isla de Wight. Vivo
con mi marido Alfred, mi pequeña hija adolescente Carlota y nuestra mascota
Terry que es un pequeño conejo de Indias que Alfred le regaló a Carlota en su
décimo aniversario.
Alfred y
yo siempre habíamos deseado tener hijos pero realmente estábamos muy ocupados
proyectando nuestras diferentes carreras y nuestro futuro profesional. Nos
casamos tardíamente. Yo tenía los treinta y ocho cumplidos y él cuarenta y dos.
Nuestra
boda fue realmente maravillosa. A ella asistieron la mayoría de nuestros amigos,
conocidos y familiares. Éramos y de hecho, continuamos siendo, una familia muy distinguida y respetada por
todos. ¡Ah! ¡Se me olvidaba deciros! Alfred es ingeniero de caminos .Prácticamente
diseñó juntó con otros arquitectos amigos suyos toda la Isla.
Nuestra
luna de miel apenas duró una semana. No quisimos entretenernos mucho en el
viaje porque teníamos diferentes negocios que atender que no podían esperar.
En fin,
que nuestra boda y nuestra luna de miel pasaron sin apenas darnos cuenta.
Nuestra
convivencia era prácticamente nula. No nos veíamos apenas .Digamos que solo
compartíamos alguna cena y nuestro colchón. Pero éramos felices cada uno con
nuestras responsabilidades. Reuniones, cenas, comidas y alguna que otra
celebración familiar.
Mis
familiares estaban deseosos de vernos juntos y con descendientes pero
verdaderamente eso de cuidar bebés y dedicarse a ellos no era para mí una
opción que en estos momentos se me podía plantear. Para mí lo más importante
eran mis negocios. Pero de repente algo cambió dentro de mí. Quizás a medida de
que avanzaban los años me daba cuenta que necesitaba algo más en mi vida. Algo
que me hiciera estar pendiente y
preocuparme por alguien más que no fuera yo misma. Quería dedicarme a otras labores.
Estaba cansada de ir siempre de compras, de preocuparme en los vestidos que me iba a poner para mis reuniones, en seguir estudiando idiomas y en pagar al peluquero más famoso de Inglaterra para que me hiciera peinados espectaculares con los que levantar las envidias de mis vecinas.
Ahora quería otra cosa.
Tenía a mi pequeño conejo de Indias pero el pobre creo que acaba harto de mí y de que le perfumara continuamente y le pusiera lacitos rosas, tenía a mi querido marido pero a él era imposible controlarlo y cuidarlo. Creo que cuando me veía con pose cariñosa huía de mí despavorido por miedo a mis represalias dulces que para él significaban estar media hora oyéndome quejar de su falta de atenciones hacia mí. Tenía a diferentes criadas que me escuchaban resignadas cada vez que no encontraba algún pendiente o algún brazalete en mi joyero. Definitivamente creí que lo que necesitaba mi vida era tener un hijo. Así que convencí a Alfred de ponernos manos a la obra y buscar desesperadamente a ese ser
dulce y tierno producto de nuestro amor marital.
Estaba cansada de ir siempre de compras, de preocuparme en los vestidos que me iba a poner para mis reuniones, en seguir estudiando idiomas y en pagar al peluquero más famoso de Inglaterra para que me hiciera peinados espectaculares con los que levantar las envidias de mis vecinas.
Ahora quería otra cosa.
Tenía a mi pequeño conejo de Indias pero el pobre creo que acaba harto de mí y de que le perfumara continuamente y le pusiera lacitos rosas, tenía a mi querido marido pero a él era imposible controlarlo y cuidarlo. Creo que cuando me veía con pose cariñosa huía de mí despavorido por miedo a mis represalias dulces que para él significaban estar media hora oyéndome quejar de su falta de atenciones hacia mí. Tenía a diferentes criadas que me escuchaban resignadas cada vez que no encontraba algún pendiente o algún brazalete en mi joyero. Definitivamente creí que lo que necesitaba mi vida era tener un hijo. Así que convencí a Alfred de ponernos manos a la obra y buscar desesperadamente a ese ser
dulce y tierno producto de nuestro amor marital.
Por fin
el ansiado día llegó. Quedé embarazada y todo el mundo de mí alrededor celebró
asombrado la noticia. Celebramos una gran fiesta por todo lo alto. Alfred no
cabía en sí de gozo y yo estaba más hermosa que nunca. Nuestro deseo de ser
padres había surtido efecto. Íbamos a ser papás.
Tuve un
embarazo magnifico. Estuve colmada de atenciones y de regalos de todos los
familiares y amigos. Preparamos una habitación doble para la llegada del bebé.
Compramos ropita de todos los colores y de todas las marcas. Seleccioné
cuidadosamente las diferentes "nanys"que estarían al cuidado de mi hijo,
quería que hablaran diferentes idiomas
para que el bebé desde pequeño aprendiera otras lenguas. Busqué y me reuní con
todos los profesores de colegios e institutos privados para ir pensando en que
colegio matricularlo para que tuviera una brillante carrera. En fin, dispuse
todo para la llegada de mi pequeño bebé.
El día en
que Alfred y yo fuimos al tocólogo y nos dijeron que esperábamos una niña, fue
la alegría más grande que tuve en mi vida.
Comencé a
pensar en la cantidad de ropa fina que le compraría y en seleccionar a la mejor
institutriz para que le enseñara modales, bailes de salón y para que practicara
diversos instrumentos, entre ellos el violín claro.
El
momento llegó y por fin Carlota nació.
Nació un
23 de noviembre a medianoche. Fue esplendido el verla entre mis bracitos tan
dulce y refinada con sus ojos verdes esmeralda. Alfred y yo estamos muy
contentos al verla en buen estado y que hubiera nacido completamente sana.
Los años
pasaron y Carlota era la niña más obediente y culta de todo el colegio. Conocía
a la perfección varios idiomas, era elegante y tocaba espléndidamente el
violín. Los profesores alababan su manera de comportarse, como una perfecta
princesa Inglesa .Y la verdad es que así era ella.
Las
atenciones de su padre y mías habían surtido efecto. Todos los años de
dedicación que tuve con ella realmente habían valido la pena. Dejé mi profesión
para dedicarme solo a colmarla de cariño, de educación y de cultura. Quería que
no le faltase de nada y que fuera toda una princesa de Inglaterra.
Pero
nuestros días de gloria y calma pronto finalizaron.
Llegó el día
en que nuestra pequeña se hizo mayor y cumplió sus dieciséis años. Celebramos
una gran fiesta sorpresa llena de regalos y por supuesto fueron invitados todos
sus amigos del colegio.
Su padre
y yo habíamos pensado en regalarle algo que verdaderamente le hiciera ilusión.
Algo que pudiera recordar siempre. Pensamos en regalarle un viaje, pero este
viaje tenía que ser especial. Así que pensamos en que como a ella le gustaba
tanto España y como quería perfeccionar el español, la mejor manera de
conseguirlo sería regalarle un viaje de Intercambio, para que conociera jóvenes
de allí y poder perfeccionar el idioma.
Carlota
recibió toda entusiasmada su maravilloso regalo. Una estancia por tres meses
con una familia española. Por supuesto que yo había preguntado y buscado por
empresas dedicadas a la selección de familias de intercambio, una que realmente estuviera
por ella y por sus cuidados. No quería arriesgarme a que su estancia fuese un
sufrimiento para ella. Y de hecho para ella no lo fue, pero lo que no sabíamos es
que si lo sería para nosotros.
Los
preparativos del viaje se hicieron eternos. Carlota estaba realmente
entusiasmada por conocer España. Sus compañeros de colegio le habían hablado
muy bien de este país. Comentaban que los españoles eran gente muy
hospitalaria, que hacía muy buen tiempo allí y que todo el día estaban de
fiesta, alegres y despreocupados.
Carlota
deseaba perfeccionar su español. En el colegio se habían preocupado mucho
porque aprendiera francés, italiano, alemán y ruso y los conocía la perfección.
Sin embargo el Español lo hablaba ligeramente y prácticamente sin ninguna
confianza. Su estancia allí le permitiría conocer otras culturas y mejorar el
idioma. Después de los tres meses, si su estancia con ellos había sido
satisfactoria, el joven español podía venir a convivir con nosotros otros tres
meses más.
Carlota
preparaba ansiosa todas sus maletas. En total preparó veintitrés. Un numero
nada excesivo si pensamos en que aparte de llevar toda su ropa y calzado,
llevaba sus libros, sus CDs , ordenadores portátiles, Tablets, instrumentos
musicales... étece, étece, étece…Toda una princesa….mi niña..
En fin,
sabía que estos tres meses se me iban a hacer muy pero que muy largos. Estaba
deseando que pasaran rápido y que Carlota volviera pronto con nosotros. A estar
protegida y mimada en su querido hogar.
La
despedida del avión fue realmente espectacular. Muchos amigos y conocidos fueron
a despedirla al aeropuerto. Yo estaba deseando que marchara pero para que volviera
pronto.
Carlota
llegó al aeropuerto de Sevilla. En él esperaría a que la familia española
viniera a buscarla. Estuvo esperando más de dos horas. Ya le habían comentado
que los españoles no eran muy puntuales, que solían llegar bastante tarde, por
eso no se alarmó y se sentó en las escaleras principales del aeropuerto
acompañada con sus veintitrés maletas.
Cuando ya pensaba que se habían olvidado de
ella, vio llegar a una pareja de
andaluces sudando y con un cartel en la mano que ponía “Carlota, I ´m Family
Pérez”. Carlota se levantó corriendo y fue en busca de su familia de
intercambio.
Carlota
en su inglés perfecto se presentó y se quedó sorprendida cuando la pareja se
les quedó mirando y le contestaron.
-
Ozu , mi arma. ¡Qué calor!
Seguro que en tu “paí” no hace tanto boxorno – dijo la señora acercándose y
dándole dos besos a Carlota.
-
Sorry. ¿Me podría
decir que significa boxorno?- I
don´t understand- dijo
delicadamente Carlota.
-
Ah. Perdona “ziquilla”. Me presento. Esta
que está aquí es mi señora Lola. Yo soy Pepe. Somos los viejos de José, que
también es Pepe pero que le llamamos José pa´diferenciarnos. Tú sabes ¿no? Es
que si no tenemos un problema. Cuando su “ mae” grita Pepe no “zavemos” a quien
se refiere y nos giramos los dos. Azi que mejor le llamamos José y se resuelve
el problema.
Carlota se quedó
sorprendida viendo la manera tan cómica y expresiva de hablar de los
sevillanos. Realmente se quedó admirada de cómo gesticulaban al hablar y le
sorprendió enormemente el hecho de que no había entendido ni “papa” de lo que
hablaban. Así que decidió callar, alargar su mano y saludarles.
Cuando los
sevillanos vieron la cantidad de maletas que traía consigo Carlota no pudieron
dar crédito a lo que veían. Tuvieron que llamar a un cuñado suyo para que
trajera la furgoneta donde transportaban las verduras del campo para poder
llevarlas.
-
Don´t worry, “preziosa”. “Nootros”
nos encargamos de tó. No sufras, con “nootros” estarás mejor que en Inglaterra,
que te lo digo yo.- dijo Pepe a Carlota que no hacía más que mirar los labios
de Pepe para ver si podía entender algo de lo que hablaban.
Carlota estaba ansiosa por conocer al joven
sevillano con el que compartiría estos tres meses de intercambio. Sus padres
les habían causado muy buena sensación. Esperaba que José también fuera tan
amable y alegre como ellos.
Entre tanto,
nosotros esperábamos ansiosamente las noticias de Carlota, esperando que su
estancia fuera lo más agradable y placentera posible para ella.
Carlota junto
con los padres de José llegaron a su casa. Era una enorme masía con piscina
situada a las afueras de Sevilla en un pueblecito llamado “Los Pérez”.
-
Esta “é” nuestra “chosa”. Espero que
te guste. Te hemos “preparao” una habitación solita “pa” ti. La más grande que
tenemos. Estarás a lao de José. Cualquier “coza” que necesites solo “ties” que
pedírnosla.- dijo Lola presentándole la habitación a Carlota.
Realmente era una habitación preciosa. Muy grande y
espaciosa. La habitación daba directamente a la piscina desde donde se veía
todo el pueblo. Era un pueblecito pequeño pero muy limpio y cuidado.
Carlota se
preguntaba porque no habría venido a buscarla José.
En ese momento
José hizo su aparición.
-
Hola Carlota. Soy José. I ´m sorry. I´had to go get my exams at colegio , digo, school. ¿Tu me entiendes si te hablo
español? ¿No?- dijo José con su gran acento andaluz-
Carlota se quedó
sorprendida por dos cosas. La primera, se dio cuenta de lo guapo que era José y
segundo que por fin pudo entender algo del español que aquella familia hablaba.
-
Oh, si, tranquilo- dijo Carlota. Me
quedé sorprendida porque no vinieras. Supuse que estarías ocupado haciendo
alguna cosa.
-
Espero que no hayas tenido ningún
problema con mis padres. Son “mu” buena gente. Ya verás como aquí te lo pasaras
bien. Estoy deseando presentarte a mis amigos. Estarán encantaos contigo. Eres
“ mu” guapa. Lo sabes ¿no? – dijo encantado José.
Y esto solo era
el principio. Si , encantados estaban los dos ..pero demasiado. Esto suponía el
comienzo de una historia que a su padre y a mí no nos hacía ninguna gracia.
Pero de momento permanecíamos ignorantes en Inglaterra.
Cada día me
preocupaba de llamar a Carlota para preguntarle cómo se encontraba, si comía bien,
si la estaban cuidando, si se portaban bien con ella. Yo la escuchaba muy feliz
y contenta, como si estuviera de vacaciones. Yo solo hacía que recordarle que
había ido a España para continuar sus estudios y aprender mejor el idioma. Que
no se despistara mucho con sus clases de violín y que leyera los libros que el
profesor de refuerzo de italiano le había mandado leer. Carlota asentía pero
algo en mi interior me decía que algo no funcionaba del todo bien.
Los días pasaban
y Carlota cada vez se lo pasaba mejor con José y su pandilla. Salían de fiesta
todos los días. Por primera vez Carlota probó la cerveza y le gustó tanto que
acabó borracha en varias ocasiones.
José le dio a probar “ porros” . Mi pobre Carlota se vio envuelta en un mundo de
adolescentes revoltosos que jamás yo hubiera querido para ella.
Pero ella estaba
entusiasmada. Conocía cosas nuevas, gente amable y dicharachera con la que
conversar y sorprendentemente aprendía
palabras españolas nuevas y jergas andaluzas como “ozu”, “mi arma”, “ pixa” o “boxorno”.
Cada día que
salían de fiesta Carlota aprendía nuevas cosas y no precisamente podía hablarse de que aprendía
buenos modales.
Un día José le
hizo un regalo a Carlota. Irían todos juntos al concierto de Hip –Hop que
organizaba una compañera del colegio.
A ella acudieron
jóvenes de varios pueblos de Sevilla. Todos ellos iban vestidos con anchos pantalones,
llevaban tatuajes en varias extremidades y algunos de ellos llevaban rastras.
Carlota se quedó
sorprendida por la forma que tenían de bailar, moverse y de cómo iban vestidos.
Por primera vez en su vida se sintió fuera de lugar ya que ella iba vestida con
un elegante vestido rojo a conjunto de su bolso.
Cuando la vieron
aparecer todo el mundo se quedó sorprendido.
-
Ozu mi arma, pero tú de donde sales-
dijo Pedro, un amigo de la infancia de José.
-
¡Ah! Os presento a Carlota. Viene
conmigo. Es mi amiga de intercambio inglesa- dijo José con su tono alegre
convencional.-
-
¡Mae mia! Creo que debes actualizar
tu vestuario. Ya ves aquí como vamos vestios tos. Aquí se baila hip –hop no
bailes de salón. Pero tranqui preziosa. To tiene solución. Mañana te acompaño
yo mismo a renovar tu vestuario- dijo Pedro intentando no desanimar a Carlota.
Ese fue el
comienzo del fin de la elegancia natural de mi pequeña princesa. Al día
siguiente fueron de compras por Sevilla. Compraron bambas estilo neoyorquino
afro, pantalones anchos y de colores llamativos, pulseras y cintas de frente
para Carlota. Hicieron una esplendida selección para disfrazar a Carlota de Hip
– hopera.
Mientras yo
seguía en casa esperando la llegada de mi pequeña. Solo hacia un mes que había
ido a Sevilla y a mí se me estaba haciendo una eternidad. Por el momento mi
amor de madre estaba tranquilo ya que oía hablar a Carlota tranquila y relajada
por teléfono todos los días.
Carlota
continuaba entusiasmada con Pedro, José y con todos sus amigos. Hicieron una
buena colla de amigos.
Carlota decidió
hacerse un cambio radical en el peinado y como le había encantado el baile y el
cante de hip hop decidió cortar su cabello y ponerse extensiones de rastras. A
ello le añadió un toque de piercing en
labio superior y ombligo y varios tatuajes en el hombro y espalda. Total, todo
un cuadro de Picasso digno de ver.
Los días pasaban
y Carlota y José tuvieron sus primeras relaciones sexuales. Todo ello con
precauciones ( creo).
Para Carlota era
su primera vez pero José ya había iniciado relaciones sexuales anteriormente
con una amiga de la infancia.
-
Pero éramos mu chiquitos- dijo José a
la oreja de Carlota fundiéndose los dos juntos en un gran abrazo.
-
No te preocupes José. Lo entiendo. Es
normal. Los chicos sois más espabilados- dijo Carlota dándole un largo beso en los labios a José.
Prefiero no
saber los detalles. Y aunque los supiera no creo que los contara en este relato.
Son cosas personales de Carlota. Pero lo cierto es que para ella tuvo que ser
una experiencia inolvidable porque se repitió en varias ocasiones durante su
estancia en Sevilla. Yo no sé si es que tanto querer aprender lenguas ahora le
daba por no dejar de besar a José. Pero lo cierto es que hacían muy buena
pareja y estaban realmente enamorados para desgracia mía.
Iba hacer ya dos
meses que Carlota estaba en Sevilla y la última vez que hablé con ella parecía
algo preocupada. No quise darle importancia. Le envié más dinero por si lo necesitaba.
Parecía que allí todo estaba más barato y sin embargo Carlota estaba gastando
más que lo que habitualmente gastaba. A mí no me importaba enviarle más dinero.
Supuse que en algunas ocasiones debía invitar a la familia de José para
agradecerles lo bien que se estaban portando con ella y lo hospitalarios que
eran.
En varias
ocasiones José y Carlota se encontraron frente la posibilidad de consumo de
drogas pero gracias a Dios, José no era de esos. Solo fumaba de vez en cuando
algún porro o algún cigarro que le cogía de “estranquis” a su padre. Por lo demás era un chico bastante sano a
pesar de su apariencia. Pero claro, viendo ahora como iba vestida Carlota
cualquiera diría que conocía perfectamente cuatro idiomas y que tocaba
divinamente el violín.
Carlota y José
permanecían siempre juntos. Hablaban, reían y se contaban todos los secretos.
Realmente Carlota aprendió junto a José muchas cosas aparte del Idioma. Sus
hábitos culinarios empezaron también a cambiar. Se acostumbró a comer de todo,
y cuando digo de todo, me refiero a eso. De todo. Hasta comida basura de los Burgers
Kings o comida china. Mi pobre hija a la que yo había cuidado tanto con dietas
vegetarianas a base de tofu y comida natural ahora se veía zampando pizzas en
cualquier bar de un pueblo sevillano. Gracias a Dios yo no estaba allí para
verlo. En fin, adolescentes.
A Carlota nada
de eso le importaba ya. No veía más allá de los ojos de José. Lo daba todo por
él. Y realmente José también se preocupaba por ella. En más de una ocasión la
defendió con uñas y dientes ante cualquier chavalito que quería ligar con ella.
Incluso una vez acabaron a golpes en la discoteca porque un chico quiso
propasarse con ella pensando que era una “guiri” fácil. Pero gracias a Dios también,
José no era un chico conflictivo.
A Carlota le
encantaba ir de la mano de José por la Playa y pasear juntos tomando el sol.
Jugaban a voleibol playa (menos mal que hacía algún deporte) y cuando anochecía
tomaban helados a la luz de las estrellas de Andalucía. Para Carlota aquel
tiempo era maravilloso, alejado de las nubes que siempre reinan en Inglaterra.
Carlota admiraba
la gente paseando por las terrazas, el bullicio de los andaluces con su habla
tan especial y la alegría de los chicos cuando intentaban ligarse a una “
xavala”. Vaya, hasta yo ya hablo andaluz y “tó”.
Pero el día de
la despedida tristemente para Carlota llegó.
Ese día hasta
amaneció triste en Andalucía. Por primera vez en todo el verano amaneció lloviendo
y truenos y relámpagos hacían su aparición en lo alto del cielo. Creo que
acompañaban el llanto de Carlota. Carlota no hacía más que llorar y llorar .Y
José a su lado no hacía más que darle pañuelos e intentar consolar sus
lágrimas.
-
No quiero irme, José. No creo que
pueda estar lejos de ti- dijo Carlota llorando a lágrima viva.
-
Lo sé, “precioza”. Pero no te
preocupes. Pronto iré yo allí a visitarte y estaremos otra vez juntos. Iré a
pedirle la mano a tus padres como “tó” un caballero. Y te vendrás a vivir
conmigo. Aquí en Sevilla. A mi casa- dijo José aguantando el llanto.
-
Te quiero mi amor- dijo besando la
mejilla de Carlota.
Cuando hubieron
preparado todas las maletas, los padres
de José llevaron a Carlota al aeropuerto. José se prefirió quedar en casa porque
estaba muy triste y no quería que en el pueblo lo vieran llorar. Se encerró en
su habitación y de allí no salió en toda una semana.
Su padre y yo
esperábamos ansiosamente la llegada del avión de Carlota. Estábamos muy
emocionados y contentos porque al fin estos largos meses habían pasado y ahora
volvíamos a estar con nuestra pequeña.
Casi me da un
espasmo al verla llegar. El soponcio fue tan grande que tuve que sentarme en el
suelo al ver aparecer a mi Carlota disfrazada de Hip hopera y con varios
peircings en su labio. No daba crédito a lo que acababa de ver. Mi preciosa
princesa convertida en….
-
Pero Carlota. ¿Qué has hecho con tu
precioso pelo?- dije exhalando el poco aire que quedaba en mis pulmones
extenuados ante el susto de verla aparecer en esas condiciones.
-
Pero Carlota ¿Dónde está tu ropa? ¿Quién
te ha pintado esas horribles cosas en tu espalda? Dios mío, pero que te han
hecho esos españoles. ¿En qué jauría has estado?- gritaba su padre con los ojos
desorbitados.
-
No son ninguna jauría. Ahora son mi
familia también. Y los echaré mucho de menos. Quiero casarme con José e irme a
vivir con él- dijo Carlota toda convencida de su propósito.
-
Pero Dios mío. ¡Te han lavado el
cerebro!!! . Socorro, amor mío, creo que desfallezco. Tráiganme agua por favor.
No aguanto más en pie...
Y tras decir
estas últimas palabras ya no recuerdo nada más. Cuando desperté estaba en el
sofá de mi casa con Alfred a mi lado limpiando el sudor de mi frente.
-
Cariño, menos mal que te has despertado-
me dijo Alfred al oído.
-
¿Donde está Carlota?- pregunté en
seguida.
-
Está en su cuarto llorando. No quiere
salir de allí. Dice que no comerá ni beberá nada hasta volver a estar al lado
de José.
-
Pero quién es ese maldito José! ¿y qué
ha hecho con mi pobre hija? Ahora mismo llamo a la empresa donde busqué a la
familia de intercambio y pongo una denuncia a esa familia. Mi hija, Dios mío,
mi hija….
Pero los días
pasaban y Carlota seguía sin querer hablar. Solo hacía que llorar y llorar. Ya
no le importaban sus clases de idiomas ni tocar el violín. Solo quería estar
con José.
Finalmente
decidí hablar con ella, de mujer a mujer, sin tapujos ni miedo a lo que ella
pudiera contarme.
-
Hija mía. Cuéntame que te ha pasado
en estos tres meses. Estas irreconocible- le pregunté delicadamente.
-
Mamá, me he enamorado profundamente
de José. Quiero casarme con él y formar una familia. Es el hombre de mi vida.
-
Pero hija ¿tanto te gusta ese chico?-
le pregunté.
-
Si. Adoro todo de él. Y él también me
adora. Formamos una pareja de ensueño. Ahora no entiendo mi vida lejos de él.
Las lágrimas de
Carlota lograron convencer mi corazón de madre.
Programamos una
visita relámpago a Sevilla para conocer a José y a su familia. No podíamos
esperar un mes más en esas condiciones en las que estaba Carlota. No podíamos
esperar hasta que José viniera a Inglaterra de intercambio. Teníamos que ir
para conocerlos y buscar alguna alternativa a la locura que Carlota sentía por
ese joven. No estábamos dispuestos a perder a nuestra hija ni a verla casada
con cualquier joven que se hubiera cruzado en su camino. Sólo había pasado tres
meses fuera y venía totalmente transformada. ¿Que debía tener Sevilla y los
Sevillanos que habían trastocado tanto a mi pobre princesita? Me preguntaba yo.
La visita
relámpago duró una semana y fue como si repitiéramos nuestra luna de miel.
Alfred y yo conocimos a la famosa familia de intercambio de Carlota. Y realmente
fue una experiencia inolvidable.
Chiringuitos de
playa, tortilla de “papas”, una cervecita en cada terracita, calor, verano, sol
y alegría traducían ese lugar maravilloso de España.
José era un
chico maravilloso a pesar de su apariencia...Ejem, ejem…
Reconozco que la primera vez que vi aparecer Pepe y a Lola no supe
cómo reaccionar. Parecían tan desaliñados y arcaicos. Pero la verdad es que son
de las personas más hospitalarias que he conocido jamás. Entiendo que Carlota
disfrutara tanto en esos tres meses de estancia allí.
Jugábamos a
cartas, comíamos helados a la “fresca” y pescaito frito por las noches. Hasta
me enseñaron a bailar por “bulerías” y varios pasos de sevillana.
Uno de los días
fuimos Carlota y yo a comprarnos un vestido de flamenca. No sabíamos cual
elegir. Todos ellos eran esplendidos y muy bien confeccionados. Junto con los
vestidos encargamos zapatitos de tacón y castañuelas.
Aquella noche lo
pasamos en grande paseándonos por las casetas y cantado a coro por “sevillanas”.
En fin, tengo
que reconocer que Sevilla nos cambió la vida. Alfred y yo conocimos un poquito
de la “salsa” andaluza que quizás falta en Inglaterra.
Carlota y José
disfrutaron de lo lindo. Se les veía muy enamorados. Yo no tenía corazón para
evitar ese noviazgo y su padre tampoco. Si los chicos eran felices juntos
debíamos buscarle una solución para que pudieran seguir compartiendo ese gran
amor.
Se me ocurrió
que como a Carlota le gustaban tanto los idiomas podía dedicarse a dar clases
de inglés en Sevilla. Continuaría sus estudios allí. Eso no era
problema. Así que decidimos construir una casita al estilo andaluz en Sevilla para pasar temporadas allí y que Carlota pudiera continuar su relación con José. Yo me resignaría con coger un avión cada fin de semana e ir a verla.
Su padre y yo teníamos la esperanza de que los amores entre José y Carlota con el tiempo fueran menguando y que Carlota decidiría volver a vivir con nosotros en Inglaterra. Pero eso no fue así.
Carlota y José cuando cumplieron veintiún años se casaron y formaron una de las familias más felices de todo el pueblo de los “Pérez” y contrariamente a lo que hicimos su padre y yo , Carlota pronto quedó embarazada y tuvieron a Damián, un precioso niño que enorgullece cada día más mi papel de abuela.
Con esto solo os
quiero decir chicos hip hoperos que he aprendido mucho de vosotros y que he
aprendido a no juzgaros por las apariencias, porque debajo de esa gran fachada de rebeldía sigue
habiendo jóvenes deseosos de amar y ser amados.
Su padre y yo teníamos la esperanza de que los amores entre José y Carlota con el tiempo fueran menguando y que Carlota decidiría volver a vivir con nosotros en Inglaterra. Pero eso no fue así.
Carlota y José cuando cumplieron veintiún años se casaron y formaron una de las familias más felices de todo el pueblo de los “Pérez” y contrariamente a lo que hicimos su padre y yo , Carlota pronto quedó embarazada y tuvieron a Damián, un precioso niño que enorgullece cada día más mi papel de abuela.
-¡Ah! Se me olvidaba. Mi agradecimiento a Pepe y a Lola por enseñarme a bailar sevillanas. Muy recomendable… Y con esto y un bizcocho….el té de las cuatro...
Colorín,
colorado, este relato se ha acabado.
Mónica Zambrano.
Los Wikicuentos multiculturales.
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