El novio de Carlota


El novio de Carlota
Cancion Carlota


Desde luego mi historia realmente no tiene desperdicio. Ejem, ejem...
Perdonad que me presente,  mi nombre es Mary y soy la mamá de Carlota.


 Soy economista y vivo en Inglaterra en una pequeña isla llamada Isla de Wight. Vivo con mi marido Alfred, mi pequeña hija adolescente Carlota y nuestra mascota Terry que es un pequeño conejo de Indias que Alfred le regaló a Carlota en su décimo aniversario.


Alfred y yo siempre habíamos deseado tener hijos pero realmente estábamos muy ocupados proyectando nuestras diferentes carreras y nuestro futuro profesional. Nos casamos tardíamente. Yo tenía los treinta y ocho cumplidos y él cuarenta y dos.


Nuestra boda fue realmente maravillosa. A ella asistieron la mayoría de nuestros amigos, conocidos y familiares. Éramos y de hecho, continuamos siendo,  una familia muy distinguida y respetada por todos. ¡Ah! ¡Se me olvidaba deciros! Alfred es ingeniero de caminos .Prácticamente diseñó juntó con otros arquitectos amigos suyos toda la Isla.


Nuestra luna de miel apenas duró una semana. No quisimos entretenernos mucho en el viaje porque teníamos diferentes negocios que atender que no podían esperar.


En fin, que nuestra boda y nuestra luna de miel pasaron sin apenas darnos cuenta.


Nuestra convivencia era prácticamente nula. No nos veíamos apenas .Digamos que solo compartíamos alguna cena y nuestro colchón. Pero éramos felices cada uno con nuestras responsabilidades. Reuniones, cenas, comidas y alguna que otra celebración familiar.


Mis familiares estaban deseosos de vernos juntos y con descendientes pero verdaderamente eso de cuidar bebés y dedicarse a ellos no era para mí una opción que en estos momentos se me podía plantear. Para mí lo más importante eran mis negocios. Pero de repente algo cambió dentro de mí. Quizás a medida de que avanzaban los años me daba cuenta que necesitaba algo más en mi vida. Algo que me hiciera estar pendiente  y preocuparme por alguien más que no fuera yo misma. Quería dedicarme a otras labores.
Estaba cansada de ir siempre de compras, de preocuparme en los vestidos que me iba a poner para mis reuniones, en seguir estudiando idiomas y en pagar al peluquero más famoso de Inglaterra para que me hiciera peinados espectaculares con los que levantar las envidias de mis vecinas.
Ahora quería otra cosa.
Tenía a mi pequeño conejo de Indias pero el pobre creo que acaba harto de mí y de que le perfumara continuamente y le pusiera lacitos rosas, tenía a mi querido marido pero a él era imposible controlarlo y cuidarlo. Creo que cuando me veía con pose cariñosa huía de mí despavorido por miedo a mis represalias dulces que para él significaban estar media hora oyéndome quejar de su falta de atenciones hacia mí. Tenía a diferentes criadas que me escuchaban resignadas cada vez que no encontraba algún pendiente o algún brazalete en mi joyero. Definitivamente creí que lo que necesitaba mi vida era tener un hijo. Así que convencí a Alfred de ponernos manos a la obra y buscar desesperadamente a ese ser
dulce y tierno producto de nuestro amor marital.
Por fin el ansiado día llegó. Quedé embarazada y todo el mundo de mí alrededor celebró asombrado la noticia. Celebramos una gran fiesta por todo lo alto. Alfred no cabía en sí de gozo y yo estaba más hermosa que nunca. Nuestro deseo de ser padres había surtido efecto. Íbamos a ser papás.

Tuve un embarazo magnifico. Estuve colmada de atenciones y de regalos de todos los familiares y amigos. Preparamos una habitación doble para la llegada del bebé. Compramos ropita de todos los colores y de todas las marcas. Seleccioné cuidadosamente las diferentes "nanys"que estarían al cuidado de mi hijo, quería  que hablaran diferentes idiomas para que el bebé desde pequeño aprendiera otras lenguas. Busqué y me reuní con todos los profesores de colegios e institutos privados para ir pensando en que colegio matricularlo para que tuviera una brillante carrera. En fin, dispuse todo para la llegada de mi pequeño bebé.
El día en que Alfred y yo fuimos al tocólogo y nos dijeron que esperábamos una niña, fue la alegría más grande que tuve en mi vida.


Comencé a pensar en la cantidad de ropa fina que le compraría y en seleccionar a la mejor institutriz para que le enseñara modales, bailes de salón y para que practicara diversos instrumentos, entre ellos el violín claro.
El momento llegó y por fin Carlota nació.
Nació un 23 de noviembre a medianoche. Fue esplendido el verla entre mis bracitos tan dulce y refinada con sus ojos verdes esmeralda. Alfred y yo estamos muy contentos al verla en buen estado y que hubiera nacido completamente sana.


Los años pasaron y Carlota era la niña más obediente y culta de todo el colegio. Conocía a la perfección varios idiomas, era elegante y tocaba espléndidamente el violín. Los profesores alababan su manera de comportarse, como una perfecta princesa Inglesa .Y la verdad es que así era ella.


Las atenciones de su padre y mías habían surtido efecto. Todos los años de dedicación que tuve con ella realmente habían valido la pena. Dejé mi profesión para dedicarme solo a colmarla de cariño, de educación y de cultura. Quería que no le faltase de nada y que fuera toda una princesa de Inglaterra.


Pero nuestros días de gloria y calma pronto finalizaron.


Llegó el día en que nuestra pequeña se hizo mayor y cumplió sus dieciséis años. Celebramos una gran fiesta sorpresa llena de regalos y por supuesto fueron invitados todos sus amigos del colegio.


Su padre y yo habíamos pensado en regalarle algo que verdaderamente le hiciera ilusión. Algo que pudiera recordar siempre. Pensamos en regalarle un viaje, pero este viaje tenía que ser especial. Así que pensamos en que como a ella le gustaba tanto España y como quería perfeccionar el español, la mejor manera de conseguirlo sería regalarle un viaje de Intercambio, para que conociera jóvenes de allí y poder perfeccionar el idioma.
Carlota recibió toda entusiasmada su maravilloso regalo. Una estancia por tres meses con una familia española. Por supuesto que yo había preguntado y buscado por empresas dedicadas a la selección de familias  de intercambio, una que realmente estuviera por ella y por sus cuidados. No quería arriesgarme a que su estancia fuese un sufrimiento para ella. Y de hecho para ella no lo fue, pero lo que no sabíamos es que si lo sería para nosotros.


Los preparativos del viaje se hicieron eternos. Carlota estaba realmente entusiasmada por conocer España. Sus compañeros de colegio le habían hablado muy bien de este país. Comentaban que los españoles eran gente muy hospitalaria, que hacía muy buen tiempo allí y que todo el día estaban de fiesta, alegres y despreocupados.
Carlota deseaba perfeccionar su español. En el colegio se habían preocupado mucho porque aprendiera francés, italiano, alemán y ruso y los conocía la perfección. Sin embargo el Español lo hablaba ligeramente y prácticamente sin ninguna confianza. Su estancia allí le permitiría conocer otras culturas y mejorar el idioma. Después de los tres meses, si su estancia con ellos había sido satisfactoria, el joven español podía venir a convivir con nosotros otros tres meses más.


Carlota preparaba ansiosa todas sus maletas. En total preparó veintitrés. Un numero nada excesivo si pensamos en que aparte de llevar toda su ropa y calzado, llevaba sus libros, sus CDs , ordenadores portátiles, Tablets, instrumentos musicales... étece, étece, étece…Toda una princesa….mi niña..


En fin, sabía que estos tres meses se me iban a hacer muy pero que muy largos. Estaba deseando que pasaran rápido y que Carlota volviera pronto con nosotros. A estar protegida y mimada en su querido hogar.


La despedida del avión fue realmente espectacular. Muchos amigos y conocidos fueron a despedirla al aeropuerto. Yo estaba deseando que marchara pero para que volviera pronto.


Carlota llegó al aeropuerto de Sevilla. En él esperaría a que la familia española viniera a buscarla. Estuvo esperando más de dos horas. Ya le habían comentado que los españoles no eran muy puntuales, que solían llegar bastante tarde, por eso no se alarmó y se sentó en las escaleras principales del aeropuerto acompañada con sus veintitrés maletas.


 Cuando ya pensaba que se habían olvidado de ella,  vio llegar a una pareja de andaluces sudando y con un cartel en la mano que ponía “Carlota, I ´m Family Pérez”. Carlota se levantó corriendo y fue en busca de su familia de intercambio.
Carlota en su inglés perfecto se presentó y se quedó sorprendida cuando la pareja se les quedó mirando y le contestaron.


-         Ozu , mi arma. ¡Qué calor! Seguro que en tu “paí” no hace tanto boxorno – dijo la señora acercándose y dándole dos besos a Carlota.


-         Sorry. ¿Me podría decir que significa boxorno?- I don´t  understand- dijo delicadamente Carlota.


-         Ah. Perdona “ziquilla”. Me presento. Esta que está aquí es mi señora Lola. Yo soy Pepe. Somos los viejos de José, que también es Pepe pero que le llamamos José pa´diferenciarnos. Tú sabes ¿no? Es que si no tenemos un problema. Cuando su “ mae” grita Pepe no “zavemos” a quien se refiere y nos giramos los dos. Azi que mejor le llamamos José y se resuelve el problema.


Carlota se quedó sorprendida viendo la manera tan cómica y expresiva de hablar de los sevillanos. Realmente se quedó admirada de cómo gesticulaban al hablar y le sorprendió enormemente el hecho de que no había entendido ni “papa” de lo que hablaban. Así que decidió callar, alargar su mano y saludarles.

Cuando los sevillanos vieron la cantidad de maletas que traía consigo Carlota no pudieron dar crédito a lo que veían. Tuvieron que llamar a un cuñado suyo para que trajera la furgoneta donde transportaban las verduras del campo para poder llevarlas.


-         Don´t worry, “preziosa”. “Nootros” nos encargamos de tó. No sufras, con “nootros” estarás mejor que en Inglaterra, que te lo digo yo.- dijo Pepe a Carlota que no hacía más que mirar los labios de Pepe para ver si podía entender algo de lo que hablaban.


 Carlota estaba ansiosa por conocer al joven sevillano con el que compartiría estos tres meses de intercambio. Sus padres les habían causado muy buena sensación. Esperaba que José también fuera tan amable y alegre como ellos.
Entre tanto, nosotros esperábamos ansiosamente las noticias de Carlota, esperando que su estancia fuera lo más agradable y placentera posible para ella.

Carlota junto con los padres de José llegaron a su casa. Era una enorme masía con piscina situada a las afueras de Sevilla en un pueblecito llamado “Los Pérez”.


-         Esta “é” nuestra “chosa”. Espero que te guste. Te hemos “preparao” una habitación solita “pa” ti. La más grande que tenemos. Estarás a lao de José. Cualquier “coza” que necesites solo “ties” que pedírnosla.- dijo Lola presentándole la habitación a Carlota.


Realmente  era una habitación preciosa. Muy grande y espaciosa. La habitación daba directamente a la piscina desde donde se veía todo el pueblo. Era un pueblecito pequeño pero muy limpio y cuidado.


Carlota se preguntaba porque no habría venido a buscarla José.
En ese momento José hizo su aparición.


-         Hola Carlota. Soy  José. I ´m sorry. I´had to go get my exams at colegio , digo, school. ¿Tu me entiendes si te hablo español? ¿No?- dijo José con su gran acento andaluz-


Carlota se quedó sorprendida por dos cosas. La primera, se dio cuenta de lo guapo que era José y segundo que por fin pudo entender algo del español que aquella familia hablaba.


-         Oh, si, tranquilo- dijo Carlota. Me quedé sorprendida porque no vinieras. Supuse que estarías ocupado haciendo alguna cosa.


-         Espero que no hayas tenido ningún problema con mis padres. Son “mu” buena gente. Ya verás como aquí te lo pasaras bien. Estoy deseando presentarte a mis amigos. Estarán encantaos contigo. Eres “ mu” guapa. Lo sabes ¿no? – dijo encantado José.


Y esto solo era el principio. Si , encantados estaban los dos ..pero demasiado. Esto suponía el comienzo de una historia que a su padre y a mí no nos hacía ninguna gracia. Pero de momento permanecíamos ignorantes en Inglaterra.


Cada día me preocupaba de llamar a Carlota para preguntarle cómo se encontraba, si comía bien, si la estaban cuidando, si se portaban bien con ella. Yo la escuchaba muy feliz y contenta, como si estuviera de vacaciones. Yo solo hacía que recordarle que había ido a España para continuar sus estudios y aprender mejor el idioma. Que no se despistara mucho con sus clases de violín y que leyera los libros que el profesor de refuerzo de italiano le había mandado leer. Carlota asentía pero algo en mi interior me decía que algo no funcionaba del todo bien.


Los días pasaban y Carlota cada vez se lo pasaba mejor con José y su pandilla. Salían de fiesta todos los días. Por primera vez Carlota probó la cerveza y le gustó tanto que acabó borracha en varias ocasiones.


José le dio a probar “ porros” . Mi pobre Carlota se vio envuelta en un mundo de adolescentes revoltosos que jamás yo hubiera querido para ella.


Pero ella estaba entusiasmada. Conocía cosas nuevas, gente amable y dicharachera con la que conversar  y sorprendentemente aprendía palabras españolas nuevas y jergas andaluzas como “ozu”, “mi arma”, “ pixa” o “boxorno”.


Cada día que salían de fiesta Carlota aprendía nuevas cosas y no  precisamente podía hablarse de que aprendía buenos modales.


Un día José le hizo un regalo a Carlota. Irían todos juntos al concierto de Hip –Hop que organizaba una compañera del colegio.
A ella acudieron jóvenes de varios pueblos de Sevilla. Todos ellos iban vestidos con anchos pantalones, llevaban tatuajes en varias extremidades y algunos de ellos llevaban rastras.


Carlota se quedó sorprendida por la forma que tenían de bailar, moverse y de cómo iban vestidos. Por primera vez en su vida se sintió fuera de lugar ya que ella iba vestida con un elegante vestido rojo a conjunto de su bolso.
Cuando la vieron aparecer todo el mundo se quedó sorprendido.


-         Ozu mi arma, pero tú de donde sales- dijo Pedro, un amigo de la infancia de José.


-         ¡Ah! Os presento a Carlota. Viene conmigo. Es mi amiga de intercambio inglesa- dijo José con su tono alegre convencional.-


-         ¡Mae mia! Creo que debes actualizar tu vestuario. Ya ves aquí como vamos vestios tos. Aquí se baila hip –hop no bailes de salón. Pero tranqui preziosa. To tiene solución. Mañana te acompaño yo mismo a renovar tu vestuario- dijo Pedro intentando no desanimar a Carlota.


Ese fue el comienzo del fin de la elegancia natural de mi pequeña princesa. Al día siguiente fueron de compras por Sevilla. Compraron bambas estilo neoyorquino afro, pantalones anchos y de colores llamativos, pulseras y cintas de frente para Carlota. Hicieron una esplendida selección para disfrazar a Carlota de Hip – hopera.

Mientras yo seguía en casa esperando la llegada de mi pequeña. Solo hacia un mes que había ido a Sevilla y a mí se me estaba haciendo una eternidad. Por el momento mi amor de madre estaba tranquilo ya que oía hablar a Carlota tranquila y relajada por teléfono todos los días.

Carlota continuaba entusiasmada con Pedro, José y con todos sus amigos. Hicieron una buena colla de amigos.

 
Carlota decidió hacerse un cambio radical en el peinado y como le había encantado el baile y el cante de hip hop decidió cortar su cabello y ponerse extensiones de rastras. A ello le añadió un toque de piercing  en labio superior y ombligo y varios tatuajes en el hombro y espalda. Total, todo un cuadro de Picasso digno de ver.

Los días pasaban y Carlota y José tuvieron sus primeras relaciones sexuales. Todo ello con precauciones ( creo).

Para Carlota era su primera vez pero José ya había iniciado relaciones sexuales anteriormente con una amiga de la infancia.


-         Pero éramos mu chiquitos- dijo José a la oreja de Carlota fundiéndose los dos juntos en un gran abrazo.


-         No te preocupes José. Lo entiendo. Es normal. Los chicos sois más espabilados- dijo Carlota dándole un  largo beso en los labios a José.


Prefiero no saber los detalles. Y aunque los supiera no creo que los contara en este relato. Son cosas personales de Carlota. Pero lo cierto es que para ella tuvo que ser una experiencia inolvidable porque se repitió en varias ocasiones durante su estancia en Sevilla. Yo no sé si es que tanto querer aprender lenguas ahora le daba por no dejar de besar a José. Pero lo cierto es que hacían muy buena pareja y estaban realmente enamorados para desgracia mía.


Iba hacer ya dos meses que Carlota estaba en Sevilla y la última vez que hablé con ella parecía algo preocupada. No quise darle importancia. Le envié más dinero por si lo necesitaba. Parecía que allí todo estaba más barato y sin embargo Carlota estaba gastando más que lo que habitualmente gastaba. A mí no me importaba enviarle más dinero. Supuse que en algunas ocasiones debía invitar a la familia de José para agradecerles lo bien que se estaban portando con ella y lo hospitalarios que eran.


En varias ocasiones José y Carlota se encontraron frente la posibilidad de consumo de drogas pero gracias a Dios, José no era de esos. Solo fumaba de vez en cuando algún porro o algún cigarro que le cogía de “estranquis” a su padre.  Por lo demás era un chico bastante sano a pesar de su apariencia. Pero claro, viendo ahora como iba vestida Carlota cualquiera diría que conocía perfectamente cuatro idiomas y que tocaba divinamente el violín.


Carlota y José permanecían siempre juntos. Hablaban, reían y se contaban todos los secretos. Realmente Carlota aprendió junto a José muchas cosas aparte del Idioma. Sus hábitos culinarios empezaron también a cambiar. Se acostumbró a comer de todo, y cuando digo de todo, me refiero a eso. De todo. Hasta comida basura de los Burgers Kings o comida china. Mi pobre hija a la que yo había cuidado tanto con dietas vegetarianas a base de tofu y comida natural ahora se veía zampando pizzas en cualquier bar de un pueblo sevillano. Gracias a Dios yo no estaba allí para verlo. En fin, adolescentes.


A Carlota nada de eso le importaba ya. No veía más allá de los ojos de José. Lo daba todo por él. Y realmente José también se preocupaba por ella. En más de una ocasión la defendió con uñas y dientes ante cualquier chavalito que quería ligar con ella. Incluso una vez acabaron a golpes en la discoteca porque un chico quiso propasarse con ella pensando que era una “guiri” fácil. Pero gracias a Dios también, José no era un chico conflictivo.


A Carlota le encantaba ir de la mano de José por la Playa y pasear juntos tomando el sol. Jugaban a voleibol playa (menos mal que hacía algún deporte) y cuando anochecía tomaban helados a la luz de las estrellas de Andalucía. Para Carlota aquel tiempo era maravilloso, alejado de las nubes que siempre reinan en Inglaterra.
Carlota admiraba la gente paseando por las terrazas, el bullicio de los andaluces con su habla tan especial y la alegría de los chicos cuando intentaban ligarse a una “ xavala”. Vaya, hasta yo ya hablo andaluz y “tó”.

Pero el día de la despedida tristemente para Carlota llegó.


Ese día hasta amaneció triste en Andalucía. Por primera vez en todo el verano amaneció lloviendo y truenos y relámpagos hacían su aparición en lo alto del cielo. Creo que acompañaban el llanto de Carlota. Carlota no hacía más que llorar y llorar .Y José a su lado no hacía más que darle pañuelos e intentar consolar sus lágrimas.


-         No quiero irme, José. No creo que pueda estar lejos de ti- dijo Carlota llorando a lágrima viva.


-         Lo sé, “precioza”. Pero no te preocupes. Pronto iré yo allí a visitarte y estaremos otra vez juntos. Iré a pedirle la mano a tus padres como “tó” un caballero. Y te vendrás a vivir conmigo. Aquí en Sevilla. A mi casa- dijo José aguantando el llanto.


-         Te quiero mi amor- dijo besando la mejilla de Carlota.


Cuando hubieron preparado todas las maletas,  los padres de José llevaron a Carlota al aeropuerto. José se prefirió quedar en casa porque estaba muy triste y no quería que en el pueblo lo vieran llorar. Se encerró en su habitación y de allí no salió en toda una semana.


Su padre y yo esperábamos ansiosamente la llegada del avión de Carlota. Estábamos muy emocionados y contentos porque al fin estos largos meses habían pasado y ahora volvíamos a estar con nuestra pequeña.


Casi me da un espasmo al verla llegar. El soponcio fue tan grande que tuve que sentarme en el suelo al ver aparecer a mi Carlota disfrazada de Hip hopera y con varios peircings en su labio. No daba crédito a lo que acababa de ver. Mi preciosa princesa convertida en….


-         Pero Carlota. ¿Qué has hecho con tu precioso pelo?- dije exhalando el poco aire que quedaba en mis pulmones extenuados ante el susto de verla aparecer en esas condiciones.


-         Hola mamá, Hola papá.- dijo Carlota con un gran desanimo en su voz.
-         Pero Carlota ¿Dónde está tu ropa? ¿Quién te ha pintado esas horribles cosas en tu espalda? Dios mío, pero que te han hecho esos españoles. ¿En qué jauría has estado?- gritaba su padre con los ojos desorbitados.
-         No son ninguna jauría. Ahora son mi familia también. Y los echaré mucho de menos. Quiero casarme con José e irme a vivir con él- dijo Carlota toda convencida de su propósito.


-         Pero Dios mío. ¡Te han lavado el cerebro!!! . Socorro, amor mío, creo que desfallezco. Tráiganme agua por favor. No aguanto más en pie...


Y tras decir estas últimas palabras ya no recuerdo nada más. Cuando desperté estaba en el sofá de mi casa con Alfred a mi lado limpiando el sudor de mi frente.


-         Cariño, menos mal que te has despertado- me dijo Alfred al oído.


-         ¿Donde está Carlota?- pregunté en seguida.


-         Está en su cuarto llorando. No quiere salir de allí. Dice que no comerá ni beberá nada hasta volver a estar al lado de José.


-         Pero quién es ese maldito José! ¿y qué ha hecho con mi pobre hija? Ahora mismo llamo a la empresa donde busqué a la familia de intercambio y pongo una denuncia a esa familia. Mi hija, Dios mío, mi hija….


Pero los días pasaban y Carlota seguía sin querer hablar. Solo hacía que llorar y llorar. Ya no le importaban sus clases de idiomas ni tocar el violín. Solo quería estar con José.


Finalmente decidí hablar con ella, de mujer a mujer, sin tapujos ni miedo a lo que ella pudiera contarme.


-         Hija mía. Cuéntame que te ha pasado en estos tres meses. Estas irreconocible- le pregunté delicadamente.


-         Mamá, me he enamorado profundamente de José. Quiero casarme con él y formar una familia. Es el hombre de mi vida.


-         Pero hija ¿tanto te gusta ese chico?- le pregunté.


-         Si. Adoro todo de él. Y él también me adora. Formamos una pareja de ensueño. Ahora no entiendo mi vida lejos de él.




Las lágrimas de Carlota lograron convencer mi corazón de madre.


Programamos una visita relámpago a Sevilla para conocer a José y a su familia. No podíamos esperar un mes más en esas condiciones en las que estaba Carlota. No podíamos esperar hasta que José viniera a Inglaterra de intercambio. Teníamos que ir para conocerlos y buscar alguna alternativa a la locura que Carlota sentía por ese joven. No estábamos dispuestos a perder a nuestra hija ni a verla casada con cualquier joven que se hubiera cruzado en su camino. Sólo había pasado tres meses fuera y venía totalmente transformada. ¿Que debía tener Sevilla y los Sevillanos que habían trastocado tanto a mi pobre princesita? Me preguntaba yo.
La visita relámpago duró una semana y fue como si repitiéramos nuestra luna de miel. Alfred y yo conocimos a la famosa familia de intercambio de Carlota. Y realmente fue una experiencia inolvidable.


Chiringuitos de playa, tortilla de “papas”, una cervecita en cada terracita, calor, verano, sol y alegría traducían ese lugar maravilloso de España.


José era un chico maravilloso a pesar de su apariencia...Ejem, ejem…


Reconozco que la primera vez que vi aparecer Pepe y a Lola no supe cómo reaccionar. Parecían tan desaliñados y arcaicos. Pero la verdad es que son de las personas más hospitalarias que he conocido jamás. Entiendo que Carlota disfrutara tanto en esos tres meses de estancia allí.
Jugábamos a cartas, comíamos helados a la “fresca” y pescaito frito por las noches. Hasta me enseñaron a bailar por “bulerías” y varios pasos de sevillana.

Uno de los días fuimos Carlota y yo a comprarnos un vestido de flamenca. No sabíamos cual elegir. Todos ellos eran esplendidos y muy bien confeccionados. Junto con los vestidos encargamos zapatitos de tacón y castañuelas. 


Aquella noche lo pasamos en grande paseándonos por las casetas y cantado a coro por “sevillanas”.
En fin, tengo que reconocer que Sevilla nos cambió la vida. Alfred y yo conocimos un poquito de la “salsa” andaluza que quizás falta en Inglaterra.

Carlota y José disfrutaron de lo lindo. Se les veía muy enamorados. Yo no tenía corazón para evitar ese noviazgo y su padre tampoco. Si los chicos eran felices juntos debíamos buscarle una solución para que pudieran seguir compartiendo ese gran amor.


Se me ocurrió que como a Carlota le gustaban tanto los idiomas podía dedicarse a dar clases de inglés en Sevilla. Continuaría sus estudios allí. Eso no era problema. Así que decidimos construir una casita al estilo andaluz en Sevilla  para pasar temporadas allí y que Carlota pudiera continuar su relación con José. Yo me resignaría con coger un avión cada fin de semana e ir a verla.



Su padre y yo teníamos la esperanza de que los amores entre José y Carlota con el tiempo fueran menguando y que Carlota decidiría volver a vivir con nosotros en Inglaterra. Pero eso no fue así.
Carlota y José cuando cumplieron veintiún años se casaron y formaron una de las familias más felices de todo el pueblo de los “Pérez” y contrariamente a lo que hicimos su padre y yo , Carlota pronto quedó embarazada y tuvieron a Damián, un precioso niño que enorgullece cada día más mi papel de abuela.


Con esto solo os quiero decir chicos hip hoperos que he aprendido mucho de vosotros y que he aprendido a no juzgaros por las apariencias, porque debajo de esa gran fachada de rebeldía sigue habiendo jóvenes deseosos de amar y ser amados.

-¡Ah! Se me olvidaba. Mi agradecimiento a Pepe y a Lola por enseñarme a bailar sevillanas. Muy recomendable… Y con esto y un bizcocho….el té de las cuatro...




Colorín, colorado, este relato se ha acabado.




Mónica Zambrano. Los Wikicuentos multiculturales.

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