Cuentos para no dormir.
En un pueblecito de la costa Gallega, Adriana preparaba muy
emocionada su mochila ya que eran las primeras colonias que pasaría fuera de
casa.
Su madre Paola le ayudaba en todos los preparativos:
- Sobretodo princesa recuerda acostarte
pronto todos los días. Estás acostumbrada a ciertos horarios y es mejor que los
sigas respetando. Acuérdate siempre de ponerte la insulina antes de irte a la
cama- comentaba concienzudamente Paola.
- No te preocupes mamá. NO
nos vamos a ir a la Jungla. Estaremos en la casita de campo donde Marcos
veranea todos los años. Está muy bien acondicionada. El pueblecito más cercano
está tan solo a una media hora de la casa.- dijo Adriana tratando de
tranquilizar a su madre.
- Bueno. Llévate el móvil y el cargador
por si necesitas comunicarte conmigo si surge cualquier imprevisto.- terminó de
concretar Paola
Adriana siguió preparando tranquila su mochila. De repente el
teléfono de casa sonó y contestó su madre.
- Adriana es Damián, el hermano mayor de
Marcos. Quiere saber si ya tienes todo preparado para venirte a buscar en su
coche. Dice que os recogerá a todos a las seis, en frente de la farmacia del
pueblo-dijo Paola con un largo suspiro.
Adriana era una jovencita de catorce años. Tenía el pelo corto de
color avellana y sus ojos azules resaltaban en su linda carita. Era diabética
de nacimiento y tenía que inyectarse insulina todos los días para evitar que el
azúcar de su sangre se elevara demasiado y que le pudiera causar mareos,
pérdida de conocimiento e incluso ponerse gravemente enferma. Adriana siempre
había sido muy cuidadosa con su alimentación. Siempre había evitado comer
demasiados dulces y normalmente tenía horarios de comida muy regulares. Su
control de la diabetes era bastante óptimo pero no podía dejar de ponerse la
insulina. Era por esto que Paola, su madre, siempre evitaba que ella estuviera
durante mucho tiempo fuera de casa, ya que tenía miedo de que sus controles se
pudieran desestabilizar y que pudieran causarle daños irreparables a su
organismo. Pero esta vez no se pudo negar a dejarle partir durante quince días
a la casa de campo de
Marcos. Ella insistió mucho en que quería ir y que necesitaba estar un poco
alejada de su exceso de protección ya que se consideraba responsable de sus
cosas y tenía catorce
años cumplidos.
Cuando llegaron las seis de la tarde, Adriana esperaba en la
esquina de la farmacia con su mochila y su maleta preparada. Fue la primera en
llegar. Poco a poco los demás chicos de la colla empezaron a llegar.
El segundo
en llegar fue Marcos, acompañado con su hermano mayor Damián que les acercaría
a la casa de campo y después regresaría de nuevo al pueblo. Marcos tenía la
misma edad que Adriana. Iban juntos al instituto y se llevaban muy bien. En más
de una ocasión Marcos se le había declarado a Adriana pero ella siempre le
había contestado lo mismo, que todavía eran muy jóvenes para iniciar cualquier tipo de relación seria. Pero
Marcos estaba convencido que algún día recibiría un “si quiero” por parte de
ella, así que no perdía la esperanza y continúaba insistiendo.
- Hola linda. ¿ Estás preparada para la
aventura del siglo?- preguntó Marcos a Adriana.
- ¡Pero mira que llegas a ser exagerado!
Ni que nos fuéramos de Safari, si nos vamos a tu casita de campo- dijo riendo
Adriana.
- Si, es cierto, pero ya sabes, nena,
adonde voy yo…siempre ocurren cosas fascinantes que contar- contestó Marcos.
- Mira, ya vienen Elena y Rosa. Pues sí
que viene cargadas- dijo Adriana viendo la cantidad de maletas que las gemelas
llevaban consigo.
- Si, es cierto. Y por allí ya vienen
Javier y Tirso. Siempre tan
puntuales como siempre. Si es que los tengo “enseñaos”...- dijo Marcos con
impaciencia por salir cuanto antes de viaje.
- Bueno chicos, si ya estáis todos
podemos partir ya. Ya tengo preparado el coche, habilitaremos los asientos
traseros de la monovolumen para que podáis entrar todos más cómodamente- dijo
Damián realizando las últimas acomodaciones en el coche.
Una vez que arreglaron todas las maletas y los chicos se
acomodaron dentro del coche, partieron sin más demora en dirección de la casa
de campo.
La casita estaba en un pueblecito a las afueras de la Coruña,
estaba situada en lo alto de las montañas muy cercano a un pequeño lago que
atravesaba la zona. El Pueblo más cercano estaba a unos treinta minutos en
coche. Así que los chicos estarían un poquito alejados de la población rural.
- Tenéis que probad si vuestros móviles
tienen cobertura- dijo Damián a los chicos. En ocasiones, como las montañas
están muy cerca, algunos móviles no dan señal. Es importante que tengáis alguna manera de comunicarnos con
nosotros por si ocurriera algún imprevisto.
- ¡Ostras Damián! Ya te pareces a papá
con tanta protección. Ya somos grandecitos ¡eh!- dijo Marcos en tono de cabreo.
- No te enfades Marcos. Yo solo os
aviso. De todas formas hay un teléfono público en el bar del pueblo, podéis
llegaros dando un paseo y telefonear desde allí en el supuesto caso de que
ninguno de vuestro móviles tuviera cobertura- siguió insistiendo Damián.
El camino se hizo bastante largo para los chicos, ya que estaban
deseosos de llegar a la casa de campo. Llevaban prácticamente de todo para no
aburrirse durante esos quince días. Habían organizado varias excursiones por
los alrededores, llevaban varias videoconsolas, algunos juegos de mesa, música
y videos de películas de terror y de aventuras para pasar el rato. Rosa llevaba
consigo hasta su pequeño pececito al que nunca dejaba solo. Se llamaba Tosti ya
que tenía un aspecto y un color marrón tostado
que a Rosa le recordaba unas galletas que de pequeñita le llevaba su madre al
colegio para merendar.
Cuando llegaron a la casita de campo, los chicos empezaron a
saltar y cantar emocionados y deseosos de dejar las mochilas y ponerse a jugar.
Una vez que se acondicionaron en las habitaciones Damián partió
rápidamente en dirección de nuevo al pueblo pero antes volvió a recitar una
serie de recomendaciones a los chicos, sobre los cuidados de la casa, sobre la
importancia de verificar los teléfonos, sobre cerrar los candados de las
ventanas y de la puerta principal, etc.… Los chicos no es que le hubieran prestado mucha
atención pero Rosa y Adriana, que eran las chicas más responsables del grupo,
tomaron nota y decidieron repartirse las tareas entre todos para organizarse
adecuadamente.
Los chicos estaban emocionados, sobretodo Marcos ya que vería por
primera vez a Adriana en pijama. El dormitorio de los chicos estaba en la
primera planta y el de las chicas en la segunda planta, pero sabían que
finalmente acabarían durmiendo en cualquier sitio ya que pensaban estar el
mayor tiempo posible juntos disfrutando de sus quince días sin padres.
El primer día de vacaciones los chicos disfrutaron de lo lindo.
Hicieron una excursión por los alrededores y se bañaron en el lago que quedaba
a unos kilómetros de la casa de campo. Todo estaba muy solitario pero daba
gusto estirarse en la hierba sin que nadie viniera a molestarlos. Jugaron varias partidas a fútbol, los chicos
contra las chicas. Por supuesto acabaron venciendo las chicas, ya que los
chicos estaban más pendientes de ellas que no del balón. Cuando comenzaba a
atardecer recogieron los bártulos y volvieron a la casa de campo. Allí
prepararon alguna cosa para cenar y se reunieron en el comedor de la casa para
celebrar la fiesta del pijama. Después de reír y charlar un rato juntos a las
chicas les empezaba a ceder el sueño.
- Pero chicas, todavía es muy temprano,
tenemos que disfrutar los momentos juntos. No puede ser que ya queráis iros a
dormir- dijo Tirso muy decepcionado.
- Tirso es la una de la madrugada y
mañana hemos organizado otra excursión- dijo Elena con cara de sueño.
- Mirad, para que todavía no os durmáis,
he traído conmigo este libro de historias de miedo. ¿Queréis que os lea alguna?
Seguro que así se os quita el sueño de golpe- dijo Tirso a carcajada limpia.
- Está bien- dijo Adriana. Escucharemos
una de esas historias pero después nos iremos a la cama a dormir.
Entretanto Marcos y
Javier estaban reparando una sorpresa a las chicas. Durante la narración del
cuento de terror habían decidido asustar un poquito a las chicas e hicieron una
grabación de ruidos extraños con varios utensilios de la casa. Grabaron voces
de fondo, aullidos de lobos, ruidos de objetos cayéndose al suelo…diferentes
sonidos que comenzarían a reproducirse en cuanto Tirso comenzara su narración.
Ocultaron la grabadora debajo del sofá y esperaron el momento para
iniciar su reproducción.
“Erase una vez, hace mucho tiempo, en un pueblo del interior de
Galicia, se sucedieron sucesos extraños que causaron la muerte inesperada de
todos sus habitantes. Desde aquel momento el pueblo quedó abandonado y se
convirtió en un pueblo fantasma. Nadie quería acercarse por él y ni tan
siquiera por sus alrededores ya que nadie conocía que era lo que había
provocado la muerte de todos sus habitantes. En un muchas ocasiones….” Y antes
de que Tirso acabara de recitar la última frase Rosa exclamó sobresaltada.
- ¿Chicos, habéis oído ese ruido?- dijo
sugestionada Rosa.
- Yo no he oído nada- dijo riéndose
interiormente Marcos.
- Si, os digo que he oído un ruido muy
extraño- dijo Rosa.
- Vamos, Rosa, eso debe ser porque te
has puesto nerviosa con la narración- dijo Javier.
Y Tirso siguió de nuevo contando la historia de terror. Las chicas
cada vez estaban más asustadas. Los ruidos de la grabación de los chicos
comenzaron a sucederse uno detrás de otro. Las chicas comenzaron a alarmarse.
- Os juro que he oído un aullido- dijo
Rosa.
- Es cierto-contestó Adriana. Yo también
lo he oído. Voy a verificar que los candados de las ventanas estén cerrados.
Y dicho esto se dirigió a mirar que las ventanas estuvieran bien
cerradas.
- ¿Todo correcto?- pregunto Tirso.
¿Podemos continuar? - dijo Tirso muriéndose de la risa.
- Otra vez los ruidos. Escuchad chicos,
no lo habéis oído ahora- dijo Elena casi muriéndose de miedo.
- Si, es cierto, ahora lo he oído yo
también- dijo Marcos siguiendo el juego.
- ¡Oh! ¿hay alguien ahí? – gritó
desesperadamente Adriana. Chicos igual ha entrado alguien en la casa.
Pero de repente algo cambió. Empezaron a sucederse sonidos
diferentes a los que los chicos habían preparado inicialmente.
- Javier, has oído ese ruido- dijo
Marcos alarmándose un poco.
- Si claro Marcos. ¿Pero qué te pasa a
ti ahora? Ya sabes…la
grabadora- dijo finalmente Javier recordándole el juego.
- ¿¿Que!! Un momento chicos. ¿Qué es eso
de la grabadora? – dijo Adriana sospechando de que algo no funcionaba del todo
bien.
- Mirad chicas. Era una broma- dijo
Tirso sacando la grabadora de debajo del sofá. Solo queríamos asustaros.
Pero de repente Tirso de dio cuenta de que la grabadora estaba parada,
no se había iniciado la reproducción en ningún momento. Entonces pensó ¿ De
dónde venían realmente esos ruidos?
- ¡Ostras chicos, mirad! No era la
grabadora. Está apagada- dijo Marcos comenzándose a asustar.
- Escuchad. Otra vez los ruidos. Así que
no es la grabadora. Algo está pasando en el interior de la casa- dijo Rosa
aferrándose a la mano de Adriana.
- Eso pasa por hacer este tipo de
bromas- dijo Elena a Marcos, Tirso y Javier que no daban crédito a lo que
estaba pasando.
- Tendremos que inspeccionar toda la
casa. Iremos en grupos de dos personas. Coged las linternas y alguna cosa que
nos sirva de arma defensiva, palos de escoba, sartenes, o cualquier herramienta
que encontréis por la casa- dijo Marcos intentándose mantener lo más calmado
posible.
Los chicos fueron inspeccionando toda la casa. En principio
parecía que no había nadie en su interior. Todo estaba cerrado. Era imposible
que alguien hubiera podido entrar sin que los chicos se hubieran dado cuenta.
Revisaron debajo de las camas, de los sofás, detrás de las cortinas, en la
cocina, en las diferentes habitaciones y no encontraron nada que les pudiera
llamar la atención. Sin embargo los ruidos continuaban.
- Está bien. Pero esta vez iremos todos
juntos. El desván es la zona más oscura de la casa- dijo Marcos intentando
proteger a Adriana.
Los seis chicos bajaron escaleras abajo y abrieron
lentamente la puerta del desván. Entraron sigilosamente sin hacer ruido y
encendieron únicamente una de las pequeñas linternas.
- Adriana, Adriana. ¿Qué te ocurre?-
dijo alarmado Marcos.
Adriana no pudo gesticular palabra simplemente se desvaneció de
repente y cayó al suelo.
Todos los chicos fueron a socorrerla.
Todos los chicos fueron a socorrerla.
- Rosa trae el botiquín de Adriana.
Tenemos que mirar cómo está de azúcar. Quizás con los sustos haya tenido un
desajuste- dijo Marcos a Rosa.
- ¿Te encuentras bien Adriana? – dijo Marcos con voz de
preocupación
- Sí, creo que si- dijo Adriana
- NO ha sido eso.- dijo Adriana
estupefacta. Acabo de tener una visión. Creo que he visto un fantasma- dijo Adriana todavía incrédula.
- No chicos, os juro que he visto una sombra
blanca detrás de las cortinas del desván. Parecía la figura de un joven- dijo
Adriana emocionada. ¿Vosotros no lo habéis visto?
Adriana estaba muy convencida de lo que había visto así que
decidió enfrentarse a los hechos y volver a bajar a inspeccionar el desván.
- Mirad chicos. Está allí- dijo Adriana
señalando hacia las cortinas. Es un joven y está llorando.
- Pero Adriana no hay nadie allí-
dijo Marcos que no daba crédito a lo que oía.
Adriana se acercó lentamente hacia donde estaba la figura del fantasma. Y lentamente se acercó a él.
Adriana se acercó lentamente hacia donde estaba la figura del fantasma. Y lentamente se acercó a él.
- ¿Quién eres tú? ¿Y puedes verme? –
dijo el joven fantasma.
- Si. Pero parece que soy la única que
puede hacerlo. Mis compañeros no te pueden ver. Solo oyen tus ruidos.
- Ah. Perdonadme. Es que no puedo dejar
de llorar. Es el precio que debo pagar por haberme comportado como lo hice-
dijo el fantasma. Me llamo
Oscar.
- Hola, Yo soy Adriana.- dijo la
jovencita una vez más tranquila y relajada.
- Adriana, por Dios. ¿Con quién demonios
hablas?- dijo Rosa asustándose cada vez más. El golpe te ha trastocado.
- Chicos. Tenemos un fantasma en casa y
se llama Oscar- dijo Adriana dirigiéndose a los muchachos que permanecían
inmóviles del miedo. No os preocupéis. Parece buena gente.
- ¿Qué haces en esta casa y por qué
dices que estas cumpliendo un castigo? – dijo Adriana dirigiéndose al fantasma.
- Hace mucho tiempo yo provoqué la
muerte de mi mejor amigo. Él estaba saliendo con la chica de mis sueños. Era la
chica más bonita que vivía en el pueblo. Yo tenía mucha envidia por esta razón.
Así que un día quise hacerle daño y le conté una falsa historia. Le dije que su
prometida le había engañado conmigo. Le mentí diciéndole que habíamos estado
juntos a sus espaldas. Se puso histérico y lleno de dolor se marchó corriendo
sin darse cuenta de que un camión se le atravesó y le llevó por delante. Murió
en el acto- explicaba tristemente el fantasma.
- Desde ese día mi alma ya no descansó
en paz. Tenía sueños y pesadillas en las que se me aparecía constantemente.
Perdí la cordura y me encerraron en este psiquiátrico. Aquí habitábamos más de
treinta enfermos mentales. Poco a poco me fui deteriorando porque ya no quería
seguir viviendo con la culpa que sentía por la muerte de mi mejor amigo. Así
que mi muerte se produjo entre estas cuatro paredes, pero para desgracia mía,
no me fui a los cielos a descansar en paz ya que ni tan siquiera los ángeles me
vinieron a buscar. Me dijeron que mi alma estaba llena de dolor, de culpa y de
miedo y que antes de elevarme al cielo tendría que liberar mi corazón de la
maldad que habitaba dentro de él. Así que desde entonces vago por esta casa,
sin rumbo fijo, llorando continuamente pagando mis culpas.
- Pero fue un accidente.- dijo Adriana
al joven Oscar.
- Si , pero fue por culpa de mis
mentiras- dijo exhalando un gran suspiro.
Los chicos permanecían escuchando atentamente a Adriana. Hasta que
Adriana se volvió a dirigir hacia ellos y les contó lo que el fantasma le había
dicho. Los chicos permanecían en silencio escuchando Adriana incrédulos y
dubitativos.
Al fin Marcos se atrevió a decir.
- Así que esta casa era un antiguo
psiquiátrico- dijo Marcos al resto de los muchachos.
- Si, la verdad es que pinta tiene- dijo
Javier dirigiéndose a Adriana.
- Es cierto lo que os digo. No estoy
loca. El fantasma está ahí y ha podido hablar conmigo- dijo Adriana. Ya sabéis
que en todas las películas de fantasmas cuando aparecen y pueden ser vistos por
alguien quiere decir que están próximos a liberarse de su encierro y que la
persona a quien se le presenta puede ayudarlo de alguna manera- dijo muy
convencida Adriana.
- Sí, pero esto no es la película de
Ghost . Creo que el relato nos está trastocando a todos- dijo Tirso muy
preocupado por Adriana.
Los chicos volvieron al salón y entre ellos estaba el fantasma.
Decidieron irse a dormir y esperaban que al día siguiente todo
cambiara y que todo lo que
habían oído y visto el día anterior con respecto el fantasma simplemente
hubiera sido un sueño.
Pero no fue así. Al día siguiente Adriana seguía hablando y viendo
al fantasma Oscar. Los chicos no sabían que pensar. Marcos creía en ella, en
verdad era el único que la creía. El resto de muchachos pensaban que la subida
de azúcar era la responsable de que Adriana tuviera esas visiones. Estuvieron a
punto de llamar a sus padres para que vinieran a buscarla, pero Marcos les
convenció para que no lo hiciesen.
Al final los chicos se acostumbraron a ver hablar sola a Adriana,
supuestamente con su amigo el fantasma.
Decidieron olvidar el tema e intentar pasárselo bien los días que
les quedaban.
Aquel día siguiente
salieron todos juntos de excursión .Oscar permanecería dentro de la casa, ya
que estaba condenado a estar encerrado entre esas cuatro paredes y a permanecer oculto detrás de las
cortinas. Esperaría allí hasta que los chicos regresaran. Su amistad con
Adriana cada día se hacía más fuerte. Se sentía muy bien a su lado. Su pequeño
corazón se liberaba un poco de su sufrimiento cuando se encontraba ella cerca.
Quizás algún día podría liberar completamente el dolor que albergaba en su
corazón y podría partir de ese mundo de sombras y descansar en paz.
Las horas pasaban y Oscar comenzó a impacientarse por la tardanza
de los chicos. Era muy tarde ya. Recordó que los chicos habían acordado llegar
no más tarde de las nueve, ya que Adriana tenía que ponerse su dosis de
insulina cada día antes de ir a dormir.
Pasaron los
días y los chicos no volvían. Oscar supo en aquel momento que algo malo les
había pasado. No era normal que no volvieran a casa. Así que decidió hacer
frente a la situación y no volver a huir de sus responsabilidades como había
hecho en el pasado. Si les había ocurrido algo a los chicos, de alguna manera
él tenía que ayudarlos.
Así que por primera vez Oscar salió del psiquiátrico. Tenía mucho miedo y dolor pero hizo caso omiso al dolor que sentía y decidió partir por el bosque en busca de los chicos.
Así que por primera vez Oscar salió del psiquiátrico. Tenía mucho miedo y dolor pero hizo caso omiso al dolor que sentía y decidió partir por el bosque en busca de los chicos.
Vagó y vagó sin rumbo fijo hasta que encontró las mochilas de los
chicos tiradas en el borde de un acantilado.
Oscar atravesó como pudo los acantilados y a lo lejos divisó el
cuerpo de Adriana tirado a la deriva del cañón. No había rastro del resto de
los chicos.
Oscar bajó como pudo y comenzó a sacudir a Adriana.
- Adriana, despierta soy yo. Soy Oscar-
dijo alarmado el joven fantasma.
En aquel momento Adriana abrió los ojos y vio la figura del joven
fantasma a su lado abrazándola dulcemente.
- Estas congelada, pequeña- dijo Oscar
mirando dulcemente a Adriana.
- Hola Oscar. Los chicos han salido en
busca de ayuda. Me caí por el acantilado esta mañana y supongo que he
permanecido aquí desde entonces- dijo Adriana.
- ¿Tres días? – contestó Adriana. Los
chicos al ver que me había caído salieron en busca de ayuda al pueblo más
cercano. Es raro que no hayan vuelto todavía.
- Posiblemente estén perdidos. El bosque
tiene muchos lugares ocultos y muchos caminos similares. Posiblemente ni tan
siquiera hayan podido llegar todavía al pueblo- dijo Oscar.
- NO me encuentro nada bien- dijo
Adriana. Creo que me estoy enfermando .Necesito mi insulina sino moriré antes
de que puedan venir a socorrerme - dijo casi sin fuerzas Adriana.
- Entonces no debes haber comido ni
bebido nada en estos tres días. No te preocupes Adriana. Te traeré como pueda
la insulina e iré a buscar a tus compañeros. Intentaré indicarles el camino
correcto para que avisen a tus padres y a la gente del pueblo- dijo Oscar
- Recuerda que ellos no pueden verte ni
oírte- dijo Adriana.
- Pero si que escucharon mis llantos. Tú
me dijiste que estando en el comedor todos oísteis los ruidos que provenían del
desván- dijo Oscar.
Con mucha pena por dejarla en esas condiciones Oscar fue en busca
de la insulina de Adriana y posteriormente partiría a localizar a los chicos e
intentar guiarlos a través del bosque.
Cuando Oscar llegó a la casa
se dio cuenta que cada vez tenía
menos fuerzas, quizás él también se estaba debilitando. El hecho de moverse de
un lado a otro le hacía consumir demasiada energía pero tenía que ayudar como fuera
a Adriana. La amaba como nunca antes había amado a ningún otro ser. Su corazón
se estaba liberando poco a poco de su sufrimiento que era sustituido por el
afecto tan grande que sentía por la jovencita.
Cuando llegó a la casa buscó el botiquín En seguida halló en él la
insulina que tanta falta le hacía a su querida Adriana. Cogió tan bien algo de
comida y bebida para ella .Oscar Iba tan rápido como podía pero su alma quizás
estaba ya muy próxima a dirigirse a la luz y por esta razón cada vez se movía con
más dificultad.
Cuando llegó al precipicio se dio cuenta de que la pobre Adriana
estaba también al límite de sus fuerzas.
- Oh Dios mío. Espero que no sea
demasiado tarde ya- rezaba Oscar deseando que Adriana abriera los ojos.
Pero Adriana ya no contestaba. Oscar le administró enseguida la
Insulina y fue en busca de sus amigos.
Rodeó toda la zona. Buscó entre matorrales, caminos, laderas de
colinas hasta que al final los encontró varados en el borde de unos de los
caminos que se dirigía al poblado. Parecía que estaban confusos y que no sabían
qué camino tomar.
- No puedo más- dijo Rosa sentándose al
borde de uno de los caminos. Llevamos más de tres días caminando y no
encontramos el pueblo. Los móviles no tienen cobertura en esta zona. Estamos
perdidos- dijo desalentada Rosa.
- Tenemos que continuar. Tenemos que
ayudar a Adriana. Puede que se encuentre en muy mal estado. Tenemos que hacerlo
por ella.- dijo Marcos muy convencido
- Si ¿Pero cómo? Nosotros estamos
también perdidos. ¿Y quién va ayudarnos a nosotros? No sabemos ni el camino de
vuelta a la casa ni el camino que se dirige al pueblo- dijo Tirso muy preocupado
- Ya hemos gastado todas las provisiones
que nos quedaban. No tenemos nada que comer. Moriremos nosotros también de
hambre- dijo Elena muy asustada.
En aquel momento Oscar empezó a sollozar y llorar e intentar hacer
el máximo ruido posible para hacerse escuchar por los chicos.
- ¿Habéis oído algo?- dijo Tirso.
Parecen otra vez los extraños susurros que oímos en la casa la vez que se le
apareció el fantasma a Adriana.
- Si, es cierto- dijo Rosa. Son los
mismos ruidos.
- Y vienen desde ese lado del camino.
Algo me dice que tenemos que seguir por este camino e intentar continuar
caminando en la dirección de los susurros- dijo Marcos muy convencido
Así que de esta manera los chicos siguieron la corazonada de
Marcos y fueron siempre hacia la dirección por donde se oían las voces.
Por fin vieron a lo lejos el pequeño pueblo.
- Por fin, gracias a Dios. Hemos
encontrado el camino. Marcos tenía razón- gritaba Javier todo conmocionado.
En seguida que llegaron al pueblo, avisaron a la gente de allí
para que reclamaran la ayuda de los servicios especiales de guardas forestales
para fueran a buscar un helicóptero de salvamento para Adriana. A continuación
llamaron por el teléfono público a los padres de Adriana para avisar del
peligro en que se encontraba su hija. Los padres ya sospechaban que algo había
ocurrido cuando hacía varios días que su hija no se había comunicado con ellos.
Marcos esperaba que no fuera demasiado tarde para Adriana, ya que
sabía que la insulina se había quedado en la casa y que no había comido ni bebido nada en todos
estos días que había estado atrapada entre las montañas.
Mientras Oscar había vuelto al lado de Adriana. Intentaba darle el
calor de su amor y protegerla como podía del frio y de la oscuridad de la
noche.
De repente Adriana abrió de
nuevo los ojos.
- Adriana soy Oscar. Gracias a Dios que
has recuperado la conciencia. Yo creía que mi ayuda te había llegado demasiado
tarde- dijo Oscar esta vez llorando de emoción al verla despierta.
- Muchas gracias Oscar. Sin ti habría
muerto sola y desamparada en estas montañas- dijo Adriana abrazándose a Oscar.
En aquel momento Oscar pudo sentir el dulce abrazo de Adriana y se
fundieron en un largo beso. Después Oscar se dio cuenta que su tiempo en la
tierra había acabado. Su baja energía se había transformado y ahora su corazón
estaba limpio de dolor y de culpa. Sin apenas darse cuenta despareció de la
vista de Adriana tal y como había aparecido.
- Adiós, mi querido Oscar- dijo Adriana
llorando por la pérdida.
Pero en el fondo Adriana estaba contenta porque sabía que Oscar
por fin descansaría en paz.
El equipo de salvamento llegó rápidamente a la zona del precipicio. Descendieron a través de
la roca y por fin Adriana quedó liberada del encierro.
Cuando llegaron por fin al pueblo, todo el mundo estaba
esperándola con los brazos abiertos. En seguida la llevaron al hospital más
próximo para que se recuperara de sus heridas.
Una vez en el hospital sus
padres llegaron muy emocionados y preocupados pos su hija. Se calmaron cuando
la vieron sana y salva y en buen estado.
Los chicos habían permanecido junto a ella toda la noche.
- Los médicos me dijeron que suerte que
llevabas la insulina encima y que te la pudiste poner esos días que estuviste
atrapada- dijo Paola a Adriana que estaba recuperándose lentamente.
- Si mamá. Gracias a que llevaba la
insulina- contestó con una voz dulce y tierna recordando al joven fantasma
Oscar.
Los chicos en aquel momento se dieron cuenta que Adriana no llevó
la insulina encima aquel día. Entonces ¿quien se la había suministrado? Los
muchachos se miraron e intuyeron que el famoso fantasma del que tanto hablaba
Adriana había existido de verdad y que él la había salvado.
Y colorín, colorado…este cuento se ha acabado.
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